martes, 10 de agosto de 2010

Veinte diez, por Domingo Lameda

Veinte diez.

Ya transcurre el año 2010 y acá estoy, estoy vivo a pesar de las muchas trabas del destino y las jugarretas casi fulminantes de mi corazón que cuando no recibió un golpe de mi tambaleante tensión arterial, lo hizo por un amor cobarde que dejó la historia inconclusa y provocó unos de los dolores más terribles que en mis ocho décadas de vida he experimentado, ese dolor que a lo largo de mi vida le encontré diferentes títulos entre los que ahora mi desgastada memoria me permite recordar están: guayabo, despecho, tusa, desamor y otros menos decentes que los jóvenes de estos días pronuncian entre burlas, canciones de mis años mozos y siempre en compañía de un par de botellas de ron, whisky, vodka o de cualquier licor que les permita ahogar su pena en el fondo de la botella.

Claro hoy día tal vez me atreva a juzgar a los chicos por su forma de afrontar una ruptura sentimental mas al reflexionar y ponerme en sus zapatos por un segundo entiendo perfectamente su actitud pues en su lugar hubiese actuado igual, cuando se es joven uno piensa con cualquier cosa menos con la cabeza, que lo sabré yo que cruce ríos, mares, montañas, selvas y desiertos en fin que conocí todo paisaje terrestre buscando a la que creí mi bien amada ¿y para qué? Para que la desdichada me dejara un día de frio invierno diciendo: “Lo siento Nicolás, eres muy bueno para mí”, pero habrase visto semejante ¡ZOQUETADA! Pero bueno ya eso es historia patria ¡CARAJO! Lo cierto del caso, es que tanto fue mi andar tras el fulano amor, que como a eso de los cuarenta y tantos, en esa etapa que el hombre pierde reflejos, su cabellera se la tiñe color cenizo, busca a los amigos en los obituarios de la prensa y no en la sección de sociales, cuando la gente te da paso en la cola del banco, cuando en el paso cebra siempre hay buenos ciudadanos que te ayude a cruzarlo y cuando no buscas la pasión, la seducción y el deseo en una mujer sino que buscas que sepa oír tus grandes historias mientras te acompaña a una plazoleta de tu barrio donde quisiste ir porque te provocó, en esa etapa de mi vida tome la decisión más difícil y menos grata de toda mi existencia y fue la de pactar con la soledad abrigarla en mi pecho y hacerle un espacio al lado derecho de mi cama, siempre y cuando ella no fuese atentar contra mi vida y fue así como hoy celebré contras todos los pronósticos, el bicentenario de 19 de abril de 1810.

No hay comentarios:

Publicar un comentario